Jesús Barranco

BIO
BARRANCO, EL PAISAJE PURO
Barranco es un joven pintor malagueño que se sitúa entre los mejores paisajistas españoles de la actualidad.
En sus tablas la luz disuelve la materia, hace reverberar de nuevo la atmósfera y reproduce esa inigualable calima del sur. Sus extensiones profundas y su luminosidad seca de la plenitud de las más depurada pintura, heredero de un Días Caneja.
Su composición tiene la raíz en el neoplasticismo más dinámico, en el elementalismo con ansias de movimiento, al que aporta el desequilibrio de la línea que conduce hacia el horizonte; su geometría de los edificios y del paisaje bebe en las fuentes depuradas del suprematismo, sobre el que trabaja con una gama cromática dominada por luminosos amarillos; y sobre todo ello monta la trama con un tratamiento agreste del tema y el poder de un punto de vista superior, casi omnipotente, completado por una pincelada decidida.
¿Son estos lienzos cuidada temporalidad detenida o un deseo de atrapar la esencia de la ciudad? ¿Es la existencia detenida en medio de un páramo o la inmaterialidad lo que transmite el artista?
Para Barranco, el paisaje es excusa para hacer pintura, nunca objetividad o figurativismo. En su obra, la ausencia de sombras consigue sin alharaca unos limitados campos de color que remiten a Rothko, donde logra que las paredes de las edificaciones floten sobre el horizonte neblinoso de la ciudad. En su pintura, los paisajes naturales se articulan en unos meandros de agua que son bandas de color que remiten a la etapa más descarnada de la corriente Soporte-Superficie.
Para éste malagueño, la realidad de los paisajes urbanos o campesinos, hueros de personajes, vacíos de vida, son apariencias para esconder pintura-pintura. En sus cuadros, los edificios son apariencias de un mundo cromático y geométrico, la excusa para una estética exclusivamente pictórica, y los campos resultan el motivo externo que contiene una percepción interiorizada, convertida en abstracción plástica.
La materia se disuelve en luz y ésta se tamiza en amarillos sutiles para proporcionarle el espectador la belleza inherente a toda obra decantada y depurada por la maestría inteligente.